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Emociones fuertes

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  La larga cola de novicias que se estaba formando no dejaba de sorprender a los habitantes del sombrío pueblo gallego.  Unos creyeron que había sido la providencia: "Oh, Señor mío". Otros, que el nuevo y apuesto párroco:  "Oh, Don Gregorio".  Algunos, que la madre superiora, llegada de la aldea vecina y afamada por sus manos para la repostería. Incluso hubo quien pensó que, tras la perdida de sentido, la sociedad volvía a los orígenes: al recogimiento y a la contemplación.  Un reel de @viveallimite a sus más de seiscientos mil fieles seguidores tuvo la culpa.  "¿Emociones fuertes? Ni parapentes ni ayahuasca. Entra en un #convento. ¡Y déjate de memeces!"

Aire

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A veces hay que parar.  Coger aire.  Reconsiderar. Mirar desde distintos prismas.  Pensar que lo que era, a lo mejor ya no es. Y que la nueva mirada puede ser más luz de la luz que hubo.   En algunos momentos, un receso es la garantía de poder continuar. Coger impulso desde el hoy prolongado.  Paré de escribir.  Tiempo.  Bastante.  Y no llamó a la puerta.  Lucio, callado. La miel no rebosaba sobre el hojaldre. Up dejó de subir, aunque estuvo a punto de tocar las nubes.    La vida era mucho más grande en vivo.  Más pesada. Más contundente.  Llena.  PARÉ  Tiempo. Bastante... Porque sí... Y no llamó a la puerta.  VUELVO  A ratitos.  La vida sigue siendo más.  Pero vuelvo.

Bajantes

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El temita de las bajantes terminó por destrozarlo todo.  Ya nos había bajado la líbido…no recuerdo cuándo.  Él se había bajado los pantalones sólo en contadas ocasiones.  Habíamos bajado, hasta reducirlo a cero, los viajes, los conciertos, las cenas…  Me bajaba el sonido de la tele cada noche como si no recordara la cuestión de mis audífonos.  Bajaba constantemente el dinero de la cuenta corriente. Y yo musitaba "por lo bajini" lo pesado que se había vuelto. Pero, de todo, el remate fue lo de las bajantes. Quizás, además de recoger las aguas residuales, recogían también los restos putrefactos de nuestra relación de más de cincuenta años.

Cuéntame un cuento

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Nos cuentan. Los contamos.  Con los dedos de una mano y los de la otra después. Luego los números van por decenas y en la historia por centenas...hasta que llegan los siglos.  Nos apremian en la cartera, en el wallet o en la cuenta bancaria, que ya es una app de un banco donde en realidad no hay dinero. Nos estrujan la cabeza con sus inquietantes fórmulas matemáticas, que siempre cuadran mostrando su extrema perfección.  Nos evalúan del 1 al 10 con regañina o sonrisa del padre, de la madre, del profe... Nos miden hasta 1,90 y te llaman jirafa y desde 1,50 y te llaman tapón. Los cantan los niños, los veneran los físicos, los idolatran los cuánticos.  Nos encuestan, nos pesan, nos remuneran. Los suman los bebés. Los restan los ancianos. Y encima de una tarta, al derecho y al revés, misteriosas coincidencias, las edades de dos personas suman siempre lo mismo. Cada año. La última vez... séis, que es un bien. O, para mí, un requetebién. Que la vida cuente. 

Tres veces

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Se santiguó tres veces: el ritual de todos los que le habían precedido.  La primera rezó a San Pedro Regalado.  La segunda a la Virgen del Carmen. La tercera pidió por su madre, quien pedía, a su vez, a su Virgen preferida y a San Pedro que su hijo no muriera en aquella faena.  El primero le regaló un par de "cornás" La segunda, una revolera, una media verónica y un pase de pecho.  Su madre le regaló el coraje con el que el torero sin vocación negó tres veces al toro y a la plaza...mientras de fondo...cantaba un gallo.

Enemigo atontolinao

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Las malas noticias disparan por la espalda, como el enemigo cobarde, bobo, atontolinao . Coge un rifle y tira sin rumbo, como si llevara balines de feria, de esos que nunca dan al oso de peluche grande porque estan trucados.  Son una patada en el estómago. Peor que una mala digestión, sin Álmax, sin Omeprazol. Creer que comías el marisco más sabroso y notar la intoxicación el día después.  Igual que el infeliz adolescente que se acerca, insensato, al tequila. Se  sobresalta del mismo modo que lo hacen sus papilas al percibir, a partes iguales, la sal y el limón. Y en primerísimo plano la colonia de bebé.  Como se siente la traición del amigo, pleno martillazo en la cabeza plagado de recuerdos imborrables juntos. Cariño emborronado. Así son. Llegan. Inevitablemente. Llegan...pero se van. Llegan...pero se van... Llegan pero se van.  Así, como las olas en la playa.  Saltar, nadar, sumergirte, seguir la ola, hundirte, surfear... Y, según hayas entendido el mar ...