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Sol y sombra

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  El día en que me hice sombra me dio por acompañaros a todos, viéndome pero sin verme. Me convertí en el espía de incógnito más esquivo de la historia y ni Sherlock Holmes ni Mata-Hari me habrían descubierto, porque era vosotros, habitaba en vosotros. Era una sombra perfecta, de esas que cambian majestuosamente de acuerdo a la luz que reciben. De hecho era muchas sombras: alargadas, achatadas, contundentes, difuminadas, desvirtuadas...aunque los alargados, achatados, contundentes, difuminados y desvirtuados seáis vosotros. ¡Infelices! Me pegué a vuestros pies de forma indisociable, inseparable e ineludible y seguí vuestros pasos. No había engaño ni escapatoria. Lo vi todo. Os vi caminar, correr, saltar... y yo detrás, al lado, incluso a veces delante. Siendo vuestra vida, viendo doble vuestra vida con una suerte de gafas cuatro ojos o de realidad aumentada, o virtual, o, en definitiva, doble realidad,  Y lo repliqué todo, lo viví todo con vosotros dos veces, lo sentí mío, fui...

Cielo mío

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  Hoy el cielo eran muchísimos cielos: un espectáculo de cielos conviviendo en una misma mañana, como recortados y pegados de diferentes días y diferentes momentos atmosféricos. Un collage anacrónico.  Había zonas en las que la luz penetraba entre las nubes y reflejaba de arriba abajo, siguiendo una línea recta dibujada por un cartógrafo con fuerza superior.  En esa zona predominaba el amarillo, un amarillo como dorado, tamizado con unos reflejos que se entrecortaban con el azul de fondo, aportando volumen y relieve.  El día, en ese espacio, tenía pinta de ser un gran día y de ponerse abriguito camino de la oficina.  Había también una zona gris oscura, amenazante, inquietante, lúgubre, con nimbos llenos de ganas de llover y oscuridad tenebrosa por la que llamar al trabajo con voz de dolor de cabeza y darse la vuelta para refugiarse en casa. Un gris familiar de tormenta bajo las sábanas o de botas de agua y paseo, según el humor que toque. En otra franja las nube...

Bochito

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El bueno de Juan nos llevaba en su Bochito . Nunca supe por qué le puso ese nombre a su “Dos caballos”.  Hasta diez niños nos apelotonábamos en los diferentes recobecos de su habitáculo cantando a coro la canción que le dedicó: “ Bochito, bochito … en el pueblo tendrás trabajito”, mientras él, con la mano derecha sujetaba levemente el volante y, con la izquierda, saludaba pronunciando su “¿Qué tal?”. Repetía ese mantra unas cien veces al día, tantas como habitantes tenía el pueblo. La posibilidad de chocar contra cualquier artefacto nunca estuvo en nuestra cabeza, aunque seguro estuvimos cerca. Su sonrisa era perenne y sirvió de refugio a muchos de los habitantes. Su figura era alta, encorvada, arqueada como para ofrecer protección a quien con él conversaba. Era amigo del hombre y compañía sincera, con un diminutivo para cada ser. Y después fue viajero infatigable para llevar la esperanza a otras tierras. “Podéis ir en paz”. Y él, Don Juan, así lo hizo.

Todopoderoso

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  Sin poder superar su muerte, se murió cada día un poco. El primer día, mató la luz de su familia. El segundo, mató sus sueños junto al mar. El tercero, mató las flores de su jardín. El cuarto, mató su cielo estrellado. El quinto, mató a un pájaro. El sexto, mató al hombre, a la mujer, a Dios. Y el séptimo descansó, viendo que todo era malo y que vivir no merecía la pena.

Hipotenusa

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  Soy redondo: me acomodo en tus curvas, me adapto a tus indecisiones, rodeo los malos rollos y los convierto en globos, pelotas de ping pong o en botones de colores con los que atarme a ti para siempre.  Soy el globo terráqueo para que vivas en mí, en un mundo inventado para tu felicidad. Eres triángulo:  equilátero a veces e isósceles la mayoría.  Tus aristas se me clavan, me lastiman. Eres ceda el paso, a tu paso; pirámide de Keops para subirte a su puntita y tocar el cielo. Todos tus lados duelen. Eres la hipotenusa. Obtusa. Maldita geometría.

Pura proteína

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Los huevos están alineados en sus cajas de cartón y las cajas de cartón colocadas en los lineales de los supermercados. Los huevos son idénticos, sin pasado, creados de la nada o por ordenador. Y reposan en sus cubículos al lado de sus gemelos. Ni restos de la gallina. Así son los huevos. De tez tostada o blanquitos, con toda su esencia y su proteína dentro. Nada muy distinto de nosotros, los seres, los humanos. Cogemos varios huevos y los juntamos y, de entes distintos, hacemos un solo ente con personalidad y rasgos propios, de tez tostada o blanquita, como los huevos miméticos. Pero un día llega una caja de huevos diferente y ella, que sabe mirar siempre más allá, ve que esos huevos también son diferentes: rosados, azulados, marroncitos... únicos entre sí. Y te preguntas si eso era. Que la esencia ha aflorado para que la reconozcas. Pues, como las cosas son así, con esos huevos maravillosos y únicos he hecho una tortilla con orégano y sal, la he repartido en cuatro bocadillos y fin d...