El gato de Cheshire
Alicia exploró la vivienda de un rápido vistazo y decidió entrar
en otro mundo maravilloso a través de un enchufe. Recorrió el circuito
eléctrico y llegó hasta el mismísimo Netflix. Después de ver desde dentro
varias películas románticas, recomendadas por el algoritmo y en las que tuvo
algún que otro papel secundario, volvió
por el circuito de la televisión hasta salir por la antena.
Decidió después investigar en la nevera y, necesitada de
descanso, se dio cuenta de que recostarse en la zona del queso le había quitado
de un plumazo su aroma natural a frescor de campo. Cambió de ubicación y en la
zona de los hielos sintió excesivo frío, así que esperó a que se abriera la
puerta y se agarró fuertemente a la botella de leche que una mano pequeñita,
pero muy grande a sus ojos, sacó del refrigerador.
Seguía empeñada en ser pequeña y que su aventura le condujera
a sitios más extraordinarios, así que se dejó caer por la botella, a modo de tobogán, y tomó la mala decisión de entrar a través del
jack para auriculares de un iPhone 8 de 64 GB que estaba justo al lado, en la mesa de la cocina. Al principio la mezcla de la adrenalina por explorar nuevas ubicaciones y el
morbo de lo desconocido, fueron más que suficientes.
Pero… ¡ay Alicia!. ¡La curiosidad mató al gato!
Y tú no querías que tu gato dejara de sonreír.
Así que apareciste en Tik Tok y te dieron me gusta y te
hiciste más famosa de lo que ya eras. Pero entonces ya te habías convertido en
influencer y habías dejado de ser personaje de cuento. Y ya no podías dejarlo,
porque la fama te había atrapado más que cuando eras una muñequita vestida de
azul, aunque tú no lleves camisita ni canesú.
Así que ya eras hashtag Alicia y arroba Alicia.
No eras Alicia, la del gato.
Habías intentado explorar y ahora cientos de personas te
exploraban a ti.
Y ya no había gato de Cheshire.
El queso de Cheshire se comió entero pero no quedaba la
sonrisa del gato de Cheshire.
El gato de la iglesia de Cheshire estaba mudo, triste.
Y Alicia no era ya maravillosa sino una más en un mundo real,
con gatos de verdad y queso García Baquero.
Te lo dije. La curiosidad mató al gato. Al gato de Cheshire.
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