Sí. Tú... ¡ay! Yo no
Sí, sin condicionales y sin condiciones. Con su tilde diacrítica y su aire
señorial. Sí, con la opción de equivocarse pero con el convencimiento de no hacerlo.
El sí que abre puertas. El sí que las cierra.
Tú: con quien hablo, a quien tuteo. Tú, a quien hago
tururú o con quien me tuturureo. Un tú que es diálogo, conversación sincera y
un tú a quien no entiendo. El tú de la empatía o de no feedback at all.
Porque se supone que hablamos el mismo idioma pero para mí que hablas inglés.
Ay: que me duele; que me sorprendo; que me decepciono;
que me harto… Ay, ay, ay de cante jondo, de plañidera, de Bernarda Alba o de sufrir
al alba. Vivir en un ay y no ponerle la h bajo ningún concepto.
Yo: ¡Ay yo! Y utilizo el Ay anterior, porque
el yo necesita del ay para bajarle el ego al sitio adecuado. Yo, mí, me,
conmigo. Monosilábica o trisilábicamente, el yo como problema del mundo. Quiérete…
y nos pasamos. Yoísmo hasta extremos insospechados… pero es que yo me
tengo que cuidar. Yo, ombligo. Y afuera… el mundo.
No: la negatividad que puede tornarse en acierto. Una
decisión a tiempo. No es no. Un no querer manifiesto y, por qué no, con
posibilidad de arrepentimiento. El no que lo para. El no que lo evita.
No. Yo…¡ay!
Pero… tú sí.
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