Sol y sombra
El día en que me hice sombra me dio por acompañaros a todos, viéndome pero sin verme. Me convertí en el espía de incógnito más esquivo de la historia y ni Sherlock Holmes ni Mata-Hari me habrían descubierto, porque era vosotros, habitaba en vosotros.
Era una sombra perfecta, de esas que cambian majestuosamente de acuerdo a la luz que reciben. De hecho era muchas sombras: alargadas, achatadas, contundentes, difuminadas, desvirtuadas...aunque los alargados, achatados, contundentes, difuminados y desvirtuados seáis vosotros. ¡Infelices!
Me pegué a vuestros pies de forma indisociable, inseparable e ineludible y seguí vuestros pasos. No había engaño ni escapatoria. Lo vi todo.
Os vi caminar, correr, saltar... y yo detrás, al lado, incluso a veces delante. Siendo vuestra vida, viendo doble vuestra vida con una suerte de gafas cuatro ojos o de realidad aumentada, o virtual, o, en definitiva, doble realidad,
Y lo repliqué todo, lo viví todo con vosotros dos veces, lo sentí mío, fui vosotros. ¡Así somos las sombras! Empáticas, entregadas, fieles,
Me hice sombra y dejé de ser yo para ser vosotros.
Y cada día, cuando amanecía, me tomaba mi sol y sombra y descansaba de vosotros.
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