La quinta capa
La gente tiene capas.
A simple vista solo se aprecia la
primera. Y hay quien no tiene más
La primera capa, para qué
negarlo, puede ser muy vistosa y abrir puertas. Esa capa de ojos azules, de
porte elegante, de figura esbelta y moldeada, de esplendor general.
Con esa capa uno se apaña un
tiempo, pero tiene fecha de caducidad. Y la gente con una capa también tiene
fecha de caducidad. Si solo se tiene una capa los ojos son menos azules, la
elegancia se disipa y el cuerpo resulta más achatado, diría yo que hasta un
conjunto menos armonioso.
Las conversaciones de una capa
tienen que ver con cremas autobronceadoras, blusas de moda, el último móvil y
alguna pesa más pesada que la pesa que cogí el día anterior. Normalmente esa
capa se luce en redes sociales y se decora con una sonrisa forzada.
Se acabó. La primera capa no da
más de sí. Como las personas de una sola capa.
Tener una segunda capa
cambia un poco el conjunto. En la segunda capa hay conceptos colocados en cajas
o imágenes visuales conectadas por laberintos inexplicables que consiguen hilar
la existencia de las cosas. La gente con dos capas da otros matices a las
conversaciones, que pasan de ser anodinas a algo mas interesantes.
Un logaritmo por aquí, una
representación abstracta por allí, interpretar un balance y hacer el IRPF.
Hay quien tiene una sola capa pero
sin ojos azules ni figura esbelta y que, poniéndole una capa dos, alarga su fecha
de caducidad.
Vamos, que con dos capas tienes
un trabajo y una vida.
Dos capas, casa y coche y te las
arreglas medianamente bien. Con o sin ojos azules.
Pero hace falta al menos otra
capa para tener en el pensamiento palabras como "demás",
"otros" y "resto". Estas palabras que, curiosamente,
contienen un cierto carácter despectivo lingüísticamente, como de “lo que
sobra”, porque el ego es lo que tiene y todo lo impregna.
En la tercera capa entran
esas palabras, que si las miras desde dentro, están llenas de generosidad. Y es
que en las primeras capas solo "yo" importa": “yo” con "mi
trabajo" y "mi vida" “yo” voy bien. Con “mi” Instagram y “mi”
cuenta de Spotify, poco más “me” hace falta.
Pero en la tercera capa el “mi”
se diluye y entran otros pronombres personales a vivir conjuntamente. La verdad
es que entran todos a jugar, porque “nosotros” ya es mucho más que “yo”. “Ellos”
no “me” incluye. “Vosotros” es un “tú” ampliado y “tú” es mirarte a los ojos, por lo que miro en el fondo de varias miradas que dicen cosas asombrosas. Y “él” y “ellos” es buscar a quien verdaderamente
lo necesita.
Aquí, en esta capa, la vida es
más vida porque es compartida y porque es ver lo que otros ojos ven. Es ver a
través de otros. Es mirar a través de otros.
Hasta aquí tienes una vida. A
partir de aquí vives una vida.
En la cuarta capa pasan
cosan sorprendentes como que al llevar los zapatos de otros se nota cómo, con esos
zapatos, la tierra se tambalea más que el suelo que tú pisas. Y que los zapatos aprietan tanto como el mismo existir.
Sientes cosas que remueven por
dentro porque la vida de otros, cada día, se mueve al límite. Es “que lo que
es para mí sea para ti y que yo me quede sin ello porque sea para ti para
siempre y yo no lo tenga más”.
No es ponerme en tus zapatos sino
darte mis zapatos, mi tiempo, mi vida.
Con cuatro capas hay cuatro gatos
y medio que pelean contra titanes, que hacen una guerra callada, una lucha con
palillos de dientes o parar el océano con sus manos. La gente con cuarta capa sonríe mucho,
agradece mucho y a veces tiene, por qué no, los ojos azules. Ángeles de ojos
azules intentando tapar el sol de África con sus manos.
Una capa en peligro de extinción.
En la quinta capa ya pasan
cosas maravillosas. Y no lo explican las palabras, ni los pronombres, ni otros
lenguajes como el musical o el de los signos.
Esta que ocupa el quinto lugar
está hecha de retazos de las anteriores. Aquí suceden acontecimientos únicos
e inexplicables. Lo ves claramente en quien tiene quinta capa. Ves ese alma
pero no sabes por qué. Ves esa luz. Entiendes el sentido de su existencia. Es
un tocar profundo, un sentir hondo que conecta con entes, seres superiores o
interiores, antepasados, dioses, momentos vividos…
Y ahí se cuestiona todo y se pone
todo en entredicho. Porque ¿a dónde va el amor cuando se muere? ¿y la posibilidad
de un amor fallido? ¿y los momentos vividos suspendidos? ¿y las casualidades? ¿dónde
están los caminos no elegidos? ¿las oportunidades
que nunca lo fueron? ¿en algún lugar duermen los sueños no cumplidos? ¿las
ilusiones? ¿la infancia protegida? ¿un mundo más equitativo? ¿se pierden de
verdad las carcajadas compartidas?
Allí no se disipan los recuerdos,
no hay olvido. Todo queda recogido dentro, en esa quinta capa.
Allí se conecta con lo
desconocido y la gente brilla de verdad, con un brillo desconocido. Y es allí
donde tiene un sentido la existencia.
Quien llega “ahí”, quien “es”
allí, se adentra en espacios y laberintos con conexiones incomprensibles,
análisis recónditos, espiritualidad abstracta. Y “ahí” es donde la gente
"toca" el corazón de otros. Desde “ahí”.
Aquí está Stendhal, los momentos
mágicos en los que alguna vez se vibró, el amor paterno, materno, fraterno… y la entrega. Sin más.
En la quinta capa hay alma y
emoción y es desde donde merece la pena vivir: con ojos marrones o verdes o
negros; con sabiduría; pensando en el impacto de los actos; haciendo un mundo
mejor y construyéndose un alma. Vivir con sentido.
Así que esta noche, antes de
acostarte y cuando te quites la ropa para ponerte el pijama, mira de cuántas capas
estás hecho. ¡A lo mejor te sorprendes!
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