La magia de la escritura






De los trazos inconexos, amagos por urdir un plan que consiga parecerse a algo...(eso es lo de menos: hay que probar y hay curiosidad por probar).

De las incipientes vocales, grandes, toscas, inexpertas, llenas de magia. Las de su nombre, sin duda, las más importantes. Su inicial, una Diosa.

Las palabras en espejo. Momento inquietante, casi paranormal, árabe…

Para dar paso a las frases breves.  Cuatro palabras bastan: "La casa es grande"; "La niña es rubia"; "Yo me llamo María". Más que suficiente.  

Erratas básicas corregidas a base de regla antes; de tesón y repetición ahora. “Había”: “con h y con b”; “Observar”: “la primera con b y la segunda con v”. Se le llama motivación a lo moderno.

Después, un relato con sujeto, verbo y predicado. No se puede pedir más. Toda una historia por crear a la que se le añade, como por arte de “birlibirloque”, protagonista principal y secundarios. Un bueno y un malo.

Luego con comienzo, nudo y desenlace. Un alarde de creación donde la imaginación toma el boli, la cabeza, el papel... lo toma todo porque todo se puede. Sin esquemas predeterminados, sin patrones, sin estereotipos. Libertad.

Y más tarde con matices, con juegos de palabras, con intencionalidad manifiesta. Cambiando el orden de los factores que sí alteran este producto. Modificando aspectos sutiles que elevan el texto a otra categoría.

De todo eso a un amago de narración.

A un amago de libro, imberbe, pueril, sin vivencias suficientes. Con ganas pero con el peso de lo mascado. Sin erratas pero sin frescura. 

De todo eso a la búsqueda de un libro con vida, con más vida. Con mucha vida. Con vida de sobra. 


La magia de la escritura.


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