Mi vida a la mitad
Empiezo este post con
Benedetti. Leí este poema cuando era una cría y me hizo hueco en el corazón.
Le
dediqué tiempo a su lectura e interioricé cosas. Ahora tiene, si cabe, más
sentido. Ahora es, si cabe, más duro.
Bueno, reconozcamos que no es optimista, pero es la pura
vida y hay que tomarla como es, con sus aristas por doquier.
Cuando éramos niños
Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra
Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.
Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra
Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.
Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
Así que retomo Benedetti en eso a lo que los americanos llaman
la “Midlife crisis”. Aquí, en nuestra querida España es más popular “la crisis
de los 40”… pero esto de la mitad de una vida es harina de otro costal.
Sí, llega un momento en que miras y ves en qué punto del
camino te encuentras, aunque aún no sepas dónde te conduce.
Percibes que podrías estar a la mitad y te sientes que eres
la mitad: tienes ampollas en los pies y se te ha quemado la cara con el sol.
Andas más despacio que al principio y hablas con menos caminantes en el camino.
Piensas más y opinas menos.
Te faltan cosas y las echas de menos. De algunas te
despojaste porque pesaban y otras las perdiste mientras pensabas únicamente en
caminar.
Te das cuenta de que echaste a andar y continuaste con una
suerte de inercia y que algunas de las rutas tomadas fueron inadecuadas.
Elegiste las abruptas porque creíste que podías. Era un reto tras ir por
caminos asfaltados durante tanto tiempo…. Y qué bien se va por caminos
asfaltados, ¡oye!
Y aunque tienes nuevas cosas el peso es mayor porque tú has
perdido fuerzas. Te pesa el camino, sus noches frías, sus aspectos inesperados,
sus piedras inoportunas. Te pesa y lo sabes.
Pero sigues sonriendo porque a los lados encuentras esa
flor, ese río, ese nuevo sendero, esa estrella que continúas pensando que es la
que guía tus pasos, aunque te lleve por recónditos sitios.
Y sabes que algo bueno está por llegar, como tantas veces
antes. Y eso mueve el corazón que bombea sangre con energía y vigor para que
tus piernas te conduzcan donde él quiere…
Sigues caminando porque no todo el mundo puede hacerlo. Algunos
tuvieron que salirse a un lado y otros fueron y volvieron perdiendo fuelle y
autoestima.
Así que con la manida metáfora del camino, en la mitad de la
vida - llámese middle life, midlife crisis, mi vida en la mitad, mi vida a la
mitad, la mitad de mi vida – miro atrás y adelante aunque sé que únicamente debería
mirar al paso que acabo de dar y respirar hondo para continuar.
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