Tadeo
Tadeo
Tadeo
quiere ser asesino en serie.
(Con este comienzo cualquiera
sigue…)
Es
de tez morena y pelo no menos moreno, casi negro. No es guapo, pero tampoco es
feo. Ya se le imagina corpulento en un par de años, así como se le imagina un
futuro sombrío.
No
conoce más que un hogar que es el único suyo, pero que no le pertenece.
En
ese lugar los olores tienen dudosa procedencia pero se respira cobijo. No falta de nada, pero se echa en falta algo.
También
se le imagina una madre que lucha, con la vida, con las personas, con su propio
hijo.
Alguien que se levanta soñando con un futuro mejor sin darse cuenta de
que el mejor futuro que pueda soñar está en el que su propio hijo podría tener. Llega cansada
y decepcionada cada día, puede que después de limpiar varias casas, varios
baños, varias cocinas y haber cogido varios autobuses, algún tren y haber
caminado largo rato.
Tira la toalla cada noche.
Tadeo
no conoce el sentido de la palabra ilusión pero, aunque no se dé cuenta, la
encuentra cada día en los ojos de la Hermana. En ella que prepara un zumo por
la mañana a todos los niños, por poco que tengan en el vaso si las naranjas
escasean. Ella, que es quien les lleva al hospital en su todo-terreno cuando se
despiertan más que febriles. Ella, que se las arregla para que, en Navidad, cada
uno cuente con lo más parecido a su regalo soñado.
No se fija. Está demasiado empecinado en su futuro negro y sombrío.
Tadeo
ha sufrido y hace sufrir pero tan sólo quiere cariño, atención, cuidado, mimos.
Lo que cualquier niño. De todo ello, sólo logra llamar la atención y mal. Se ha acomodado ahí. No tiene intención alguna de cambiar.
Tiene
una inteligencia latente que nadie ha sabido despertar, pero utiliza el
lenguaje grosero con maestría, lo cual denota su capacidad.
No escucha el cuento que se le cuenta, porque está harto de que "le cuenten cuentos"; no toma chuches porque sabe que de ninguna manera se las va a merecer así que agua la fiesta y al menos participa de ella. Por mucha chuche que tome, su vida nunca será dulce...
Le
sugiero que sea arquitecto para hacerle una casa a su madre, médico para curar
las heridas, escritor para contar cosas interesantes...
Me suelta un improperio y se va, pero se vuelve cuando hago una caricia a Lilly para
decirme:
-
“Sigue
con ella, que es buenecita…”
Algunos
le siguen. No quieren más dolor.
Algunas
le siguen. No sigáis haciéndolo.
Me
da miedo el futuro de Tadeo y me pregunto a qué estoy esperando para mejorarlo.
(Nunca es tarde…)
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