Despiértame; tengo dos niños
Un
día la vida te da un revés. Es como si te dijera: “¿Me ves?, pues puedes dejar
de verme…”
Es
como si te pusiera a prueba. “Ahora sí que vas a jugar de verdad, hasta ahora
era puro entrenamiento”.
A
ella el revés debió darle fuerte. No sé detalles pero los intuyo detrás de esa
dulzura, esa sonrisa atenta y esa sublime educación.
Debió
existir un día en el que se encontró mal, así como llegan las desgracias:
sorpresivamente. Y de ahí al quirófano un suspiro.
Uno
de los dos apenas debía haber empezado a decir “Mamá”. El otro no debía llevar
mucho en Infantil. Auténtico comienzo del primer entrenamiento. Todos los
partidos por delante y con necesidad de una buena entrenadora.
Imagino
también a unos padres planteándose la inversión de la ley natural sin
comprender nada sobre esa que te da y te quita. Esa vida caprichosa que juega y
nos hace jugar.
Imagino
a un marido empezando a ejercer el papel protagonista de una bonita pareja, preguntándose si tendría que promocionar la película solo.
Así
que la dulce rubia de tez blanca y tamaño chiquitito, un día que la vida le
dejó entrar en escena, se vio en un quirófano rodeada de olores lejanos a su
hogar, voces lejanas a las de sus pequeños y unos ojos grandes detrás de una
bata verde.
-
“Soy el anestesista”
Después
de aquello llegaron alimentos bio, lectura incesante de etiquetas, erradicación
total de alimentos procesados.
Llegaron
más palabras y cursos de Primaria, cumpleaños, revisiones y vacaciones.
Y
en una de aquellas vacaciones sus pequeños hicieron una preciosa pandilla
infantil y, con la excusa, los padres una agradable pandilla madura.
-
Me suenas.
-
No caigo.
-
Ya sé… Nunca olvidaré tu mirada y tus palabras:
“Despiértame, tengo dos niños”
Gracias
a la vida por dejar aquí un rato más a gente buena.
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