Un día curioso





Un día curioso

Ha sido curioso. Yo, como siempre. El día, no. Algo extraño ha estado pasando.

Por la mañana me hice el zumo de naranja de rigor para el desayuno y me lo tomé rápido, como suelo. Aún resuenan en mis oídos voces femeninas educadoras diciendo “Tómatelo rapidito para que no se le vayan las vitaminas…”. A la par que saboreaba la posterior tostada con jamón y aceite, leía en mi Tablet un artículo desmintiendo el hecho de que el zumo pierda sus propiedades con el paso de las horas. “Tan sólo ve modificado un poco su sabor”, terminaba la autora aguafiestas.

Salí a dar un paseo y aproveché a hacer recaditos.

Paré en la droguería a comprar aguarrás y me volví a preguntar, como de niña, por qué recórcholis se llamará de esa manera. Le pregunté a Siri y me contestó en francés, curiosamente. Los niños habían cambiado el modo del idioma.

Además de darme los buenos días tan amablemente como siempre, Siri me explicó que el vocablo viene del holandés “droog”. La máquina más diplomática que nunca he conocido siguió explicando que el término aludía a las plantas secas que traían de las colonias asiáticas en el siglo XVI y que provocaban efectos secundarios que sorprendían a la gente de la época. Si me tomara aguarrás también sorprendería a los de mi época.

Al final resulta que los franceses tomaron el término “drogue” y de ahí la droguería y de ahí que el Siri me hablara en francés. Claramente.

Mientras rumiaba lo de la "drogue" me dije que anda que no tiene guasa lo del aguarrás, porque de agua tiene poco...  Siri me lo explicó todo.

La siguiente parada fue en el herbolario. Pregunté por el trigo sarraceno que pedía una receta y la dependienta, no tan amable como Siri pero acercándose, me explicó todas sus propiedades. Pues bien: ni es trigo, ni es árabe, ni tan siquiera es un cereal. Me llevé fructosa, que ni es fruta, ni está sosa. Esto sí se come. No como el aguarrás.

Quedé con la familia para comer. El restaurante se llamaba “Pasiones Argentinas”. Los niños querían chorizo. Pedimos chorizo. El chorizo no era chorizo sino, en mi idioma común, salchichas. Pues bien, entonces pedimos bife de chorizo, que no es chorizo sino carne (entrecotte en mi idioma, o mejor dicho en el idioma en que Siri me recibió aquella mañana).

Un despropósito.

Estuve a punto de pedir dulce de leche pero no quise saber con qué sorpresa me iba a encontrar.

Después del día que llevaba, en el postre se me ocurrió decir “Estoy caduca” y mi hija me dijo que no soy un yogur ni un árbol al que se le caen las hojas, que –como mucho- estoy madura y entonces sería una fruta.

Nunca lo había pensado. Los árboles y las mujeres nos parecemos un montón.

Me he metido prontito en la cama.


Un día curioso. A lo mejor la curiosa he sido yo.

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