Creciendo
CRECIENDO
Nació con forma de árbol: con sus
ramas, sus hojas, sus raíces, su tronco, su savia… sus flores de primavera y su
desnudez de otoño.
Antes fue semilla, como todos los
árboles. Le gustaba imaginarse un origen bucólico en el que, mecido por el
viento, buscó hasta encontrar un lugar donde echar raíces. Un buen lugar donde
afincarse, donde formar algo sólido a prueba de inclemencias del tiempo.
De semilla a brote verde que creció
hasta tomar su forma pseudo-definitiva. Un árbol nunca permanece, eso se lo
hicieron saber desde sus primeras primaveras.
Le gustaba ser un árbol.
Se conocía a sí mismo. Sabía cuándo florecería,
cuando sus hojas cambiarían de color o cuando precisaba de agua de lluvia de
forma inminente. Y se había hecho paciente a base de esperar que la caprichosa
lluvia tuviera a bien regalarle unas cuantas de sus preciadas gotas.
Sabía perfectamente cómo crecer, paulatinamente, al ritmo que algo ajeno le
marcaba.
Había aprendido a aceptar la poda en
cierto momento del año y a recuperarse de la misma reforzado, con más ahínco,
más empuje… mucho más maduro.
Notaba en qué momento llegaban sus
hojas, sus frutos, sus flores… Era como si decidiese vestirse para cada
ocasión. Lo tenía controlado.
Se veía fuerte, aparente, con
personalidad… Se percibía a sí mismo como un bonito árbol. Se relacionaba con
el resto de su especie de forma que, si hubiera podido mover sus raíces,
habrían dicho de él que pisaba fuerte.
El cielo era su techo. Podía con todo.
Era capaz de crecer y extender sus ramas hasta el mismísimo infinito…
Entonces llegó el conjuro.
El hada que dicen que no existe en los
bosques, llegó un día por sorpresa y le mandó un hechizo. Desde ese mismo
instante dejó de ser árbol para pasar a ser…
ARBUSTO
Repentina y abruptamente se sintió más
cerca del suelo que nunca. Mucho más mundano. Entendió por qué desde arriba se
ven las cosas con la perspectiva del poderoso.
Una vez se percató de su nueva
realidad, se dio cuenta de que nunca antes
-tan preocupado por su frondosa copa- había prestado interés alguno a
aquellos que le rodeaban y que habían corrido una suerte peor que la suya.
Curioso. Ver las cosas desde abajo
obliga a crecer en el corazón y en la autoestima… Cuánto añoraba tiempos
pasados. Qué fácil era ser un triunfador.
Tuvo que trabajarlo. Tuvo que mimar
cada baya, cada brote nuevo. Pasó por la negación, la duda, la confrontación y,
por fin, la aceptación.
Una vez comulgó con su nueva realidad
se dio cuenta de que cuesta arriba se aprende más que cuesta abajo. Y tuvo que
pasar mucho tiempo para que el dulzor de sus frutos silvestres se adentrara en
su savia más profunda.
- "Bonito no… ¡pero resultón…!"
No existía el hada del bosque. Él creía
tenerlo claro. Pero una buena mañana tuvo un extraño sentimiento.
MALEZA
Amaneció con un humor más punzante,
algo a disgusto consigo mismo. Desde el primer minuto se resultó un auténtico
desconocido. Sus metas, siempre conseguidas en su primera época, le resultaban
mucho más lejanas. Si quería alcanzarlas habría de ser con malas artes… Era su
única posibilidad. La foto finish no estaba dentro de su horizonte.
Había aceptado que bajar un escalafón
no era fácil de aceptar, pero esto pasaba de castaño a oscuro… Sentía la
tierra, su rumor, su crudeza… el polvo se metía en cada una de sus ramas…
Los animales que le visitaban no tenían
alas, sino garras afiladas. Y de ahí sus punzantes maneras.
- "Pero… ¿QUÉ ES
ESTO?"
De repente odió el campo, las huertas,
el bosque, la campiña, las praderas, los sembrados y las dehesas. Con un vigor
desconocido hasta ahora, se sintió mala hierba y quiso arrasar con todo.
No era
justo. Le correspondía vengarse.
De forma agresiva y sin miramiento, se
convirtió en el ser vivo más indeseable de la botánica y, de esa misma forma
agresiva, se metió donde no le llamaban durante… demasiado tiempo.
No se gustaba, pero el rencor, los
celos y el odio se apoderaron de él. Una época para olvidar que cayó en el
olvido.
FLOR
Un leve cosquilleo le despertó una
mañana. No supo discernir si se trataba de la varita del hada que se despedía
cariñosamente o, por el contrario, era algo aterciopelado que le hacía
cosquillitas.
Notaba una sensación tan especial que
era lo más parecido a caminar a un palmo del suelo. Se sentía acunado,
acurrucado, protegido ante cualquier adversidad…
Tras tanto sufrimiento se dejó mecer por
una suave brisa y, entonces, miró alrededor. No estaba solo. Había capullos y
flores en pleno esplendor alrededor de él.
-"A
ver…¿Qué toca ahora?"
En ese mismo instante se percató de que
era una de ellas. Lo que le hacía cosquillitas era un pétalo que se movía cerca
de su pistilo.
Se sintió bonita, colorida, especial,
querida, deseada, alegre. Era una sensación tan maravillosa que la atrapó entre
su corola con todo ahínco. Temía que se la volvieran a arrebatar.
Se dejó mecer. Se dejó acunar. Se dejó
querer. Se sentía bien. Olvidó por un momento su vida anterior. Y decidió,
simplemente, estar.
ESQUEJE
Un nuevo movimiento. Esta vez se le
escapó el hada y no pudo decirle que le dejara así un rato más… ¡Era tan
agradable sentirse querido!. ¡Tan fácil querer a los demás de esa guisa!. ¡Tan
fácil ver el mundo de colores teniendo todos los del arco-iris a su alrededor…!
Mientras tenía estos pensamientos
sintió un corto movimiento, con impulso, incluso con cierta fuerza interior.
Tenía una mezcla de temor y de
añoranza. Ya sabía de qué iba esto.
Y así, llegó una sensación de
esperanza. Ésta era nueva. Miraba al futuro anhelando encontrar en él algo
mejor. Se dibujaba el horizonte.
Ese ronroneo interior le hizo
percatarse. ¡Era un proyecto de árbol! ¡Un árbol bebé!
Todo por hacer, por crear, por vivir,
por construir, por experimentar…
- "¡Soy un árbol bebé!" – gritó ensimismado.
Empezar de nuevo fue como usar goma de
borrar.
Cada detalle de la naturaleza lo vivió
intensamente, cada novedad del mundo animal, cada nueva experiencia vivida. La
ilusión de todo por escribir.
Pero
no se daba cuenta de que, poquito a poco, sin apenas apreciarse, ese impulso
interior constante, esa fuerza imparable - día a día- brotaba.
Y
brotó.
BOSQUE
- "Mucho ruido. Siento demasiado ruido" - fueron sus primeras palabras.
Es
lo que provoca la multitud. Acostumbrado al silencio del viento, llegar allí
fue… como llegar a la civilización. ¡Había tanto barullo!
Vio cientos de árboles, más o menos
similares, de características bastante comunes y casi casi colocados
estratégicamente.
Un sentimiento: el anonimato. Otro:
esto hay que hacerlo con ayuda.
Enfrentarse a otra novedad. Siempre había
sido él solo, con todas sus consecuencias. Había aprendido a mirarse el ombligo
con ahínco. Se lo conocía desde todas las perspectivas: su ombligo de árbol, su
dulce ombligo de flor, su ombligo punzante de maleza, su incipiente ombligo...
Y en esta nueva etapa, parecía que no
quedaba más remedio que ser algo más allá de uno mismo. La suma de todos hacía
el conjunto. Eso lo entendió con el tiempo. Él dejó de ser él para pasar a ser
nosotros.
Y sintió la satisfacción de una labor
compartida y aprendió aquello de “el todo es mucho más que la suma de los
árboles”.
ÁRBOL
Pasaron tantas cosas en todo aquel
tiempo de mutaciones...
Se sintió tan distinto, tan perturbado,
tan maleado y confundido… Llegó a veces a remontar sintiendo que su nueva
configuración era aún mejor que las originales…
Miraba hacia atrás y le costaba
recordarse tal como era antes de empezar todo. El paso del tiempo le había
restado brío, algo de seguridad, sus ramas ya no alcanzaban el infinito con tanta
facilidad… había aprendido a ver las cosas desde abajo, desde arriba, con
pinchos, en su globalidad, con aspiraciones no cumplidas, colorines, halagos
indiferentes sin verdad, ilusiones rotas…
Su protagonismo ya no era tal; había
aprendido a compartir su sombra con la de otros muchos, en hilera.
Sus flores ya no eran las más bellas.
Había aprendido que una sola flor puede cambiar el rumbo de una vida y que ella
solita vale más que el propio árbol que las proporciona…
Que la maldad uno no la quiere, pero a
veces llega y pinchas sin desearlo.
Y así, el paso del tiempo le hizo
olvidar verdaderamente quién fue. Porque no somos; estamos y mutamos. Y el
pasado es lo que construye progresivamente el presente que lleva al futuro.
Y porque ver las cosas desde la barrera
no asegura que no tengas que salir al ruedo. Porque estar calentito no
significa que un día no te hieles de frío. Porque sentir la envidia se da la
vuelta y los que envidian son ellos.
Y en todo el proceso ya no sabes el
origen.
Nació semilla, esqueje, brote verde, árbol…
- "¿O no?"
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