YO-YO
YO-YO
Tenía un Yo grande y
un Yo pequeño. A veces el grande
hacía acto de presencia y se comía al chiquitín de un bocado. Otras veces, el
chiquitín salía de su guarida e intentaba crecer, pero no siempre le salía bien
la jugada.
Los días en que era grande pisaba con aplomo, se veía
“pintón”, era capaz de todo y su vida era la mejor que nadie soñaría tener.
Cuando amanecía pequeñito no tenía nada que decir. Sus
decisiones aparentaban ser absolutamente erróneas, sus arrugas estaban más
pronunciadas y su titubeo era frecuente.
¿Cómo y por qué podían convivir dos “Yos” con tamaña
diferencia?
Miraba a su alrededor y veía grandes que lo eran todo el
tiempo. Sin dudas, sin inseguridades, con el aplomo que da la confianza de
sentirse aquí para algo.
También veía pequeños que lo eran todo el tiempo. Gente que
pedía perdón por pasar por la vida, en cada gesto y en cada mirada.
Yo pequeño se
envalentonaba en situaciones críticas y sacaba fuerzas de flaqueza.
Yo grande alguna
vez se hacía un poco más humilde y ahí es donde “Yo más Yo” hacían buenas
migas.
Con Yo grande salió
de casa una mañana en la que el sol lucía radiante, engrandeciendo la casa,
dotándola de un brillo poco común. Con Yo
grande medía, al menos, 10 centímetros más y el pelo tenía más brillo, más
hueco, más favorecedor. Yo grande le
puso los ojos más grandes y expresivos y, a simple vista, le quitó una buena
porción de pecas.
Y así, con Yo grande
como compañía, salió a una calle mucho más ancha de lo normal y con unos árboles
que parecían ofrecerle flores y frutos a su paso.
Yo grande saludó
con voz rotunda y animosa, pensando en lo bien que sienta tomar un café de
máquina.
Con Yo grande se
solucionaron los debes, los haberes, los pagarés, los “te dirés”, las esperas y
los “hasta luegos”. Así de simple, así de rápido, así de sonriente.
Yo grande eligió
el plato del día que ni se hizo esperar ni casi digerir. Así hacia otro
estupendo café de máquina.
Yo grande se
despidió con una broma, una carcajada y sintió la satisfacción del deber
cumplido y la sensación de poder hacer mucho más y mucho mejor durante cada día
de su vida.
Y la noche recibió a Yo
grande con la esperanza de un mundo mejor, una solución para cada inquietud
y la seguridad de que todo se va a solucionar; todo va a salir bien.
Una mañana salió con Yo
pequeño, de hecho se levantó con un Yo
pequeño en su pie izquierdo y le molestó el zapato durante todo el día.
A Yo pequeño no le
dio tiempo de lavarse el pelo, pues el tiempo se le echó encima. Así que, con
los ojos somnolientos y pequeñitos, las ventanas sin abrir, el pelo pegajoso y
muchas más pecas de las que pueden caber en un plato de lentejas, Yo pequeño fue llevado inexorablemente al
pequeño callejón que conduce, cada tediosa mañana, a su tedioso destino.
Un hilo de voz de Yo
pequeño, tembloroso y poco amigable, dio unos “Buenos días” poco convincentes.
La máquina de café no disponía de leche y el café solo le
cayó como plomo en el estómago, bajó a su pie izquierdo e interfirió en la
digestión de su comida.
Yo pequeño no supo
solucionar los “porqués” ni los “porquénos”, ni los informes, ni los mapas de
procesos. Todo el mundo esperó, todos sintieron el deseo de escapar y
hubo más palabras malsonantes de lo habitual.
No hubo tiempo de llegar al comedor, así que un sándwich de
máquina es todo lo que encontró Yo
pequeño para juntar con el café solo tipo plomizo que aún regurgitaba por
su aparato digestivo. La digestión de Yo
pequeño enlazó las cuatro comidas esenciales del día. Ni una pieza de fruta
de las cinco recomendadas.
Yo pequeño se fue
diciendo “au revoire” sin decirlo, y así, a la francesa, se sintió más
extranjero que nunca y sin conocimiento de idiomas. Recordó que debía haberse
apuntado a la academia de inglés, tal como siempre le recomendó su madre y los
sentimientos de frustración infantil se agolparon en la pequeña mente de
pequeño Yo.
La noche no estaba esperando a Yo pequeño. Yo pequeño
había ido perdiendo magnitud, tamaño, entidad…
El mundo mejor era para los otros, para los demás, para los
de… más.
Yo pequeño, más
pequeño, cada vez más pequeño…
Diminuto, chiquitín, pulga, microbio, inexistente…
Nada.
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