Retorno
RETORNO
Retornar
siempre le resultó reconfortante.
En
aquella búsqueda de paz infinita, retornar al abrigo de la niñez se le había
antojado la solución más verosímil para su actual presente.
Era
un retorno que aparentaba ser físico cuando, lo cierto, es que se trataba de un
puro y absoluto retorno mental.
Volvía
a sus orígenes, a sus lugares y a sus costumbres y se recostaba en ellos como
si de los cojines más confortables se tratara.
Toca
Encontraba
mullido el olor de aquella casa, el pisar de los zapatos sobre aquel frío
suelo. Le resultaban cómodos los sonidos y las estancias de aquel lugar.
Y
entonces empezaban a llegar, engarzados y en grupo, agolpándose unos sobre
otros, queriendo entrar todos a la vez…los recuerdos.
Un
décimo de lotería que había que comprar cada Navidad, “los ciegos” y la
cantinela de cada sábado, manteniendo la ilusión entre los dedos: “¡¡No nos ha
tocado la lotería!!”.
Unas
manos con asperezas que ofrecían una paradójica suavidad.
Saborea
Un
par de lechugas, un kilo de puerros y otro de acelgas para dedicarles ratos
eternos de limpieza y desinfección, manteniendo la tradición y la pureza de huertas
de extramuros, como “Los Pollales”…
La
gran generosidad de la tierra… e infinita de sus gentes.
Y la
entrega a los pucheros y a los guisos. En cada ocasión y en cada momento
compitiendo por la primera posición, por el plato perfecto: yo con más sal, tú
menos tiempo…
Guisos
irrepetibles imposibles de replicar.
Y la
fruta a todas horas, implícita la vida saludable en el día a día de forma
innata.
Huele
Esas
mañanas con olor a pimentón, amasando el tiempo casi al alba, haciéndolo entrar
lentamente para dejarlo perfectamente atado hasta el próximo invierno. Un olor
molesto que el paso de los años convirtió en evocador y sugerente.
Otro
olor: el de la limpieza más pura. El frotar de las escaleras, el batir de las
alfombras, las sábanas bañadas en lejía y puestas a secar al sol. Y aquel jabón
único hecho por manos únicas. Un olor molesto entonces, evocador y sugerente
hoy.
Olores
maravillosos entonces, maravillosos ahora. Evocadores y sugerentes, más hoy que entonces.
Mira
Jugar
a “la rule”, subir a la olma y, con permiso paterno, llegar hasta el castillo
para ver, cada noche, las estrellas más fugaces y más brillantes de cualquier firmamento
conocido.
Madera
en sillas y ventanas. La chimenea, la leña y un pensamiento en cada llamarada,
un pensamiento infantil lleno de futuro y de vida.
Miles
de ojos y miles de veces mirando por aquellas ventanas.
Y
miles de velas para ser miradas por miles de ojos miles de veces.
Escucha
Cada
viernes una lechera que transportar, escuchando el ruido del asa contra aquel
frío hierro y con el frío viento en la cara. Un corto trayecto para dos
pensamientos: leche recién ordeñada y el bizcocho de nata que presenciaría la
mesa del desayuno la mañana siguiente. Aquella mujer emblemática cargando con
una pesada cántara que contenía el verdadero oro blanco.
Un
chirriar de puertas con nombre y apellidos: el lento con interrupción, el
sorpresivo de bienvenida, el de acabar el día, el de la entrada de los Reyes
Magos…
Las
cuerdas de una guitarra en un lugar con magia, la magia en cualquiera de los
lugares donde habitaba la guitarra.
Una
fiesta y el sonido de la arena traída a casa por el despiste de no haberla
dejado en el lugar de bienvenida. Y una reprimenda.
Carcajadas.
Muchas.
Siente
Narraciones
e historias infinitas a las que dedicar suficiente poca atención como para no
recordar los detalles, confiando en que la memoria era más poderosa…
Las
“maeras”, “la Perra Piti”, pueblos de nombres castizos e historias verdaderas…
o no.
Mucho
genio y más figura.
La
novela, las cartas, las visitas, la virgen de acá para allá, el cura…
Matemáticas,
lengua, latín en aquellas paredes, mezclándose con el olor a cordero, croquetas
y pollo asado. La mezcla de la vida aderezada de personajes propios y ajenos,
ilustres monarcas, literatos, actores y actrices, anónimos importantes para
este sentimiento.
Una
sonrisa en cada llegada, un beso en cada partida. Un lugar confortable para el
corazón y para echarse a dormir.
Aquel
lugar del recuerdo, reconfortante, mullidito. Calentito en invierno y fresco en
verano. Humano.
Un
lugar de suerte donde poder volver siempre.
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